America, Argentina
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* SOCIEDAD EN CAMBIO Y MINISTERIO PRESBITERAL[1]

 

            Luzio URIARTE G.

             La reflexión que a continuación ofrezco, en gran medida nace de la experiencia acumulada en los últimos años en diferentes tareas pastorales y en diferentes contextos eclesiales. Como el título indica la reflexión se orienta a identificar algunos desafíos que presenta la sociedad contemporánea y sus constantes procesos de cambio acelerado a los presbíteros que van a ejercer su ministerio en el próximo milenio.

            A partir del Concilio Vaticano II se ha abierto un amplio debate sobre la identidad misma del presbítero[2]. Progresivamente en el debate ha ido introduciéndose con más fuerza la temática de la mujer respecto al acceso -al ministerio ordenado y se ha ido aminorando la reflexión dedicada a profundizar en los temas de identidad del presbítero. En esta línea la exhortación apostólica “Pastores Dabo Vobis” plantea los desafíos de la formación del futuro presbítero teniendo en cuenta los cambios significativos que se están produciendo en la cultura moderna.

            Más allá de la evolución que ha tenido la reflexión teológica y pastoral sobre la identidad y misión del presbítero la cuestión de fondo que a mi entender se plantea es la forma de comprender la presencia de la Iglesia en el mundo contemporáneo. En este contexto planteo a modo de tesis la idea central que deseo desarrollar a lo largo de esta reflexión: El modo como se realiza la identidad presbiteral está en relación directa con la forma de concebir la relación Iglesia-mundo, Los cambios que se están produciendo en la sociedad contemporánea ponen en primer plano el desafío de una Iglesia comunitaria, samaritana y misionera que con creatividad busque los caminos de ser signo del reino de Dios en los contextos novedosos que están surgiendo de este profundo cambio social, especialmente entre el creciente número de excluidos por el sistema. La búsqueda de la realización histórica de esa Iglesia se convierte en el desafío central de todos los cristianos y entre ellos del futuro presbítero desde -su ministerio específico.

            Me parece conveniente expresar en esta introducción una cuestión valórica sobre la historia humana que pre-condiciona el “estar en el mundo”. La historia no es una amenaza para la realización de la vida y la misión de la Iglesia y por tanto del presbítero, sino que es el ámbito que posibilita su realización. Puede haber tiempos que parecen más fáciles o más difíciles; en este juicio no sé si cabe un parámetro objetivo sobre el que podamos ponernos de acuerdo, Pero la historia humana es la posibilidad (necesaria, aunque no suficiente) de crecimiento en la comprensión y en la vida de la fe. Esta afirmación me parece especialmente importante para salir al paso de la tentación de juzgar muy negativamente la sociedad en la que estamos insertos.

 

1. EL PRESBÍTERO COMO MIEMBRO DE UNA IGLESIA EN Y PARA EL MUNDO

             A poco que observemos en la vida de la Iglesia podemos constatar que los curas realizan el ministerio presbiteral con una pluralidad de formas; en parte es debido a la psicología y a los modos tradicionales propios de cada uno; las diferentes tareas que se le encomiendan por parte de la autoridad eclesial es sin duda otra fuente de pluralidad en la forma de realización ministerial. Si ahora ampliamos nuestra mirada en una perspectiva diacrónica observaremos que a lo largo de los siglos se han ido produciendo diversas concepciones y acentos en la realización del ministerio presbiteral. Algunos de estos cambios nos pueden parecer más o menos anecdóticos; así por ejemplo la forma de vestir, pero otros tienen más profundidad y afectan a la misma concepción del ministerio presbiteral (estado de vida, tareas, forma de vida ...); el debate sobre la crisis de identidad a que nos hemos referido anteriormente no es en absoluto ajeno a este dato. Sin entrar ahora en mayores detalles, una mirada en perspectiva de 2.000 años pone en evidencia que hay muchos aspectos sujetos a cambio pero hay claramente algo esencial que se mantiene invariable a lo largo del tiempo; hay una continuidad en la discontinuidad[3].

 

            Cuando vienen tiempos de cambio, y la historia de la Iglesia es prolija en estos ejemplos, suelen entrar en crisis las formas, pero generalmente estos tiempos de incertidumbre son muy propicios para descubrir el fondo de la realidad, lo que debe permanecer. Sin embargo estos tiem­pos de cambio presentan siempre dos peligros difíciles de sortear. Por una parte está la tendencia a confundir las formas históricas bajo las cuales se presenta una determinada institución o función de la misma con lo esencial de dicha institución, lo cual lleva en ocasiones a posturas rígidas que conservan formas y situaciones que a la postre resultan muy disfuncionales (este es un mal de todas las instituciones). En el extremo contrario no es menor el peligro de caer en un relativismo que acaba diluyendo las identidades en conveniencias y consensos del momento histórico expre­sado en modas o corrientes de pensamiento muy pasajeras.

 

Esta multiformidad histórica que tiene el ministerio presbiteral, además de los motivos psicológicos ya señalados, está directamente relacionado con la forma histórica que va adquiriendo la misma Iglesia, de tal manera que podríamos establecer una relación entre la manera de comprender la identidad y la misión de la Iglesia y la forma de concebir la realización del ministerio presbiteral. Ahora bien, una de las claves más importantes para poder interpretar los cambios que se han ido produciendo en la Iglesia, tanto en el plano de la teología como en el de la pastoral viene dado por la manera como se comprende la relación Iglesia-mundo. Es decir de la misma manera que el ministerio presbiteral no se define desde sí mismo sino en el seno de la Iglesia, la comprensión de ésta no se realiza desde si misma sino desde su misión en el mundo.

 

Tal vez algunos puedan pensar que una reflexión de este tipo implica marginar el carácter sobrenatural de la Iglesia y por tanto diluir la identidad de la Iglesia en sus referencias históricas perdiendo la perspectiva de- su origen divino. Sin embargo precisamente por su origen divino la Iglesia hay que comprenderla sacramentalmente[4]. Efectivamente la Iglesia es convocatoria de Dios Padre en Jesús por la fuerza del Espíritu, que en el acontecimiento de Pentecostés se convierte en signo y fermento de nueva humanidad; por ello el hombre es el camino de la Iglesia, de tal manera que se trata de una institución excéntrica que para responder a la pregunta de su identidad no puede mirarse a sí misma sino que sólo puede comprenderse en Aquél que la convoca y desde la misión a la cual es enviada, vale decir, desde la historia de los hombres. De esta manera la historia de los hombres afecta a la identidad de la Iglesia y ha ido contribuyendo a configurarla históricamente.

 

Pese a la necesidad que la Iglesia tiene del mundo para definir su identidad, y que el mundo tiene de la Iglesia (por lo menos así lo creemos) las relaciones históricas entre ambos no siempre han sido armoniosas; con mucha frecuencia está teñido por la tensión. Más allá de los motivos anecdótícos, esta tensión nace de la misma dinámica de la encarnación y está motivada entre otras, por las siguientes situaciones:

 

a) Para poder realizarse como sacramento de salvación la Iglesia necesita encarnarse dentro de cada cultura: necesita realizar un proceso de inculturación que sea capaz de formular la buena noticia en las claves culturales en que viven las personas. Esto es una permanente fuente de tensión para la Iglesia puesto que supone un largo proceso de discernir lo esencial de lo anecdótico.

 

b) Toda cultura. toda sociedad es ámbito de presencia y de misión de la Iglesia. Antes de llegar la Iglesia el Espíritu ya está presente; dentro de cada cultura hay una textura religiosa y unos valores que invitan a la realización del hombre. Pero ninguna cultura coincide con el proyecto de Dios: por ello la Iglesia siempre será profecía y denuncia de los antivalores en cualquier contexto histórico.

 

c) Una vez que la Iglesia ha realizado un Proceso de inculturación, muchas de esas formas culturales pasan a formar parte de la tradición eclesial; esto dificulta otras inculturaciones; pero también dificulta la inserción en la misma sociedad en la que está inculturada puesto que toda sociedad es cambiante.

 

d) Toda cultura necesita de ser legitimada y una de la fuentes de legitimación más potentes es la religión; los poderes instituidos en una determinada sociedad siempre están interesa dos en el potencial justificativo que tiene la religión, lo cual no supone necesariamente una conversión a ella sino que puede darse un uso de la religión con fines centrados en la búsqueda de cohesión y conformidad social. Luchar contra esta “utilización” implica buscar la autenticidad, pero la experiencia muestra que esto se traduce en conflictos.

 

Deseo ahora mostrar brevemente cómo las diversas formas de concebir la Iglesia han conllevado diversas realizaciones del ministerio presbiteral. Aunque sea muy esquemáticamente Podemos distinguir tres tipos ideales" (en el sentido weberiano de la expresión) de Iglesia en referencia a su relación con el mundo.

 

a) Iglesia fermento: Iglesia dentro del mundo. Se trata sociológicamente de un grupo minodtario dentro de la sociedad y con poca influencia cultural; vive el desafío de expresar su fe en las categorías de una cultura nueva y extraña lo cual le lleva a absolutizar lo esencial y ser muy flexible en las formas, produciéndose un evidente pluralismo dentro de la común identidad; el grupo de creyentes se configura en una rica y dinámica articulación de diversos ministerios; la actividad misionera y sus riesgos marca el ritmo y los desafíos del grupo. Las iglesia de los primeros siglos responden a esta tipología, aunque ciertamente la podemos también encontrar en otros contextos y momentos; en ellas hay una fuerte conciencia de la común dignidad de todos los miembros de la Iglesia; el ministerio ordenado va tomando forma histórica progresivamente pero no monopoliza las diversidad de servicios y funciones.

 

b) Sociedad de cristiandad: Iglesia identificada con la sociedad. Se desarrolla el cristianismo sociológico. Lo que antes era la diferencia esencial cristiano-no cristiano pasa ahora al interior de la Iglesia y toma la forma de consagrado-no consagrado interpretándose el primero como el polo de la perfección religiosa. Esta Iglesia asume una fuerte función legitimadora dentro de la sociedad. Se produce una concentración de tareas en el ministerio presbiteral y una marginación de otros servicios y ministerios[5].

 

c) Iglesia de cristiandad en decadencia. Se trata de una Iglesia que se ubica a la defensiva frente a la sociedad; está marcada por el temor y un cierto encerramiento. Sería algo así como Iglesia contra el mundo. La institución siente que pierde influencia social y añora otros tiempos. Ejemplo de este tipo de Iglesia lo podemos encontrar en la historia occidental de los últimos siglos. En la medida que la sociedad occidental se ha ido emancipando de la tutela religiosa la institución eclesial ha ido percibiendo que su influencia en el mundo ha ido disminuyendo. Luchando por no perder terreno el sacerdote es identificado con la Iglesia, con lo sagrado: progresivamente se ha ido dando un reconocimiento del papel de los laicos, pero más bien como auxiliares en ese combate contra el mundo.

Tanto en la Iglesia de cristiandad como en la Iglesia a la defensiva. el sacerdote ha sido concebido y formado como un hombre separado, con una vocación propia, percibiéndole como el centro de la institución donde todo lo demás gira en torno a él con el peligro evidente de pasar la sacralidad de la función a la persona[6].

 

2. LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA

 

Entiendo que lo dicho hasta el momento necesita de matizaciones; pero no es mi intención hacer un tema de historia. Trato de sugerir que lo que acontece en la historia no es una variable exterior a la Iglesia y a la concepción del ministerio presbiteral sino que es un elemento configurativo de su identidad.

 

Ahora bien, todos estamos conscientes que vivimos en un momento muy peculiar de la humanidad. Si en cualquier período histórico podemos identificar cambios, ahora nos encontramos ante un cambio de época; cada vez es más evidente que nos encontramos en transición hacia un mundo muy distinto.

 

La sociedad contemporánea se configura dentro de su pluralidad y complejidad como el ámbito de presencia y misión de una Iglesia que cada vez tiene menos poder social. Esto constituye ya una característica propia del tiempo presente que afecta y desafía a la identidad de la Iglesia y consiguientemente a la identidad del presbítero. Pero este proceso de secularización no es el punto central de tensión en este momento de la relación, puesto que de alguna manera la misma Iglesia lo ha reconocido y le ha dado cada de ciudadanía en el gran acontecimiento que ha supuesto el Concilio Vaticano II.

 

En el horizonte del presente aparecen nuevas características configuradoras de la sociedad que sin lugar a dudas van provocar grandes cambios de estructuras y de mentalidades y nos van a hacer repensar nuestra propia inserción en el mundo. La idea central que quiero desarrollar en este apartado es que la sociedad contemporánea está caracterizada por el quiebre de identidades y pertenencias que provoca una situación tal que el ser humano corre el peligro de convertirse en «un ser sin hogar» a merced del mercado.

 

Con el esquematismo que impone el espacio de un artículo voy a mostrar cómo la sociedad contemporánea está muy marcada por el factor económico, el cual conlleva un movimiento contradictorio de unificación y resquebrajamiento social. La preponderancia unilateral de este factor está metiendo a la humanidad en algunos «callejones» de difícil salida. Después de recorrer brevemente estos «callejones», comentaré dos rasgos emergentes en el momento actual, que prometen tener mucho desarrollo en el futuro y que tal vez pudiéramos comprenderlos desde la categoría de 'signo de los tiempos'.

 

2.1          Unificación económica[7] y resquebrajamiento cultural como rasgo definitorio del momento actual de la humanidad

 

Unificación y ruptura parece que sugieren imágenes contradictorias, difíciles de conciliar dentro del mismo proceso; pues bien, percibo que el momento que vive actualmente la humanidad esta marcado por esta característica contradictoria. Efectivamente, por una parte la cultura tiende a unificarse en todo el mundo; esta unificación tiene algunos signos externos bien identificables: modas, gustos musicales, necesidades culturales, formas de vestir...; su condición de posibilidad son los medios de comunicación que de hecho nos hacen contemporáneos de los acontecimientos que afectan a la humanidad. Pero el factor desencadenante de este proceso de unificación está en el mercado[8]. Ciertamente el mercado siempre ha existido pero hoy adquiere nuevas característi­cas:

 

a) El desarrollo científico-técnico ha supuesto un régimen de superproducción, una capacidad de generar bienes y servicios inimaginable en la historia de la humanidad. El mercado se muestra como un mecanismo muy eficaz a la hora de fomentar la oferta hasta el punto que en opinión de algunos especialistas se produce lo suficiente como para satis­facer las necesidades básicas de toda la humanidad[9]; en contraposición a esta eficacia productiva, es un dato palmario la incapacidad del mercado para distribuir la riqueza en función de las necesidades de las personas[10]. Desde otro punto de vista el mercado ha de generar una cultura consumista para que el sistema productivo siga desarrollándose lo cual implica generar nuevas necesidades en las personas, que aún teniendo las necesidades básicas cubiertas, tienen recursos como para seguir adquiriendo bienes.

 

b) El mundo tiende a una integración de los mercados en un mercado global; lo novedoso de la última década es el fenómeno social sin precedentes que supone el mercado financiero; sin intercambio de bienes y servicios, los valores de las bolsas se disparan hacia arriba o hacia abajo fruto de la actividad especulativa; los Estados en muchas ocasiones son convi­dados de piedra en el espectáculo que por otra parte puede llevar a la banca rota a un país. Ciertamente podemos identificar diversos movimientos de defensa de los mercados loca­les, pero finalmente todos los mercados son interdependientes, sobre todo financieramente.

 

c) La globalización del mercado produce una unificación de la cultura desde la matriz de la mercantilización y el consumo. El mercado, a través de la inmensa influencia de los medios de comunicación genera y uniformiza las necesidades y el deseo de consumo (con frecuencia los mismo productos en diferentes culturas, continentes).

 

d) Esta mercantilización no sólo afecta al intercambio de bienes y servicios sino que afecta a la conciencia y mentalidad de las personas; por una parte la capacidad de consumir se convierte en uno de los valores máximos a los que aspira la persona identificándolo como el reino de la libertad. Por otra parte muchas relaciones humanas que no estaban en el mercado tienden a mercantilizarse: la religión, la salud, la educación, el tiempo libre... En este sentido hay una tendencia a concebir la economía como ‘la medida de la realidad’.

 

El mundo va adquiriendo la imagen de una feria global, donde todo tiene un precio, todo es susceptible de ser comprado o vendido; esta feria se articula en torno a tres grandes ejes: Norteamérica, Europa, Asia oriental. El mercado y la economía es el principio de unificación. Pero al mismo tiempo asistimos a un proceso de desintegración. Este proceso tiene algunos indicadores más superficiales que especialmente se manifiestan en los nacionalismos, desarrollo de religiones exotéricas... Pero tiene un origen más profundo, Este gran mercado que es el mundo se va movien­do por imágenes de mercado, por estímulos inmediatos, por la constante adquisición de medios... Pero ha hecho crisis el sistema cultural en cuanto dador de un sentido global que motiva la integra­ción, la solidaridad, el proyecto común. En otras palabras han desaparecido o están en vías de desaparecer los grandes metarelatos que nos hacen soñar con mundos diferentes, o más simple­mente dar coherencia al esfuerzo de vivir cotidianamente. Este proceso produce crisis de identida­des y de pertenencias; el ciudadano ya no sabe identificarse a sí mismo sino como consumidor y todo lo demás tiende a ser variable. Esta situación tiene como contrapartida el surgimiento de los movimientos fundamentalista que tienen su expresión tanto en el campo de la religión como en las reivindicaciones étnicas. Precisamente aquí se encuentra el origen de los grandes conflictos actua­les que han desplazado el enfrentamiento en base a grandes ideologías.

 

Este resquebrajamiento cultural resulta evidente en sus síntomas; no así en sus causas; precisamente por ello no es tan fácil hacerte frente. Me parece que la estrategia de afrontamiento tiene en el momento actual tres grandes diagnósticos[11] (por lo menos dentro del ámbito de la cultura occidental):

 

a) El motivo está en la decadencia moral de occidente. Occidente ha tenido una gran creati­vidad productiva vinculada a su planteamiento económico y eso es un gran logro que hay que mantener; el sistema funciona exitosamente. Pero las costumbres morales de las per­sonas se han ido relajando por un exceso de libertad. El Estado, los poderes públicos y las instituciones en general pasan a tener un rol central en la regeneración de las buenas costumbres sociales; temas especialmente cruciales son todos los relativos a la sexuali­dad, las drogas, la delincuencia, atentados contra la propiedad privada... En todo ello se reivindica con fuerza la presencia de la religión como el actor más potente en esta cruzada moral[12].

 

b) El planteamiento post-modernista. Se trata de aceptar sin más la situación. Es imposible volver a los grandes metarelatos; hemos de aceptar que vivimos en un mundo trizado, marcado por los pequeños consensos. Toda perspectiva es posible, todo depende de la capacidad argumentativa que se tenga. La teoría de sistemas aparece corro un buen aladid de este planteamiento[13].

 

c) Planteamiento crítico. Defiende que no podemos separar lo que está ocurriendo en el plano moral del planteamiento del sistema económico; este tiende a reducir las capacidades del hombre al plano técnico y olvida otras dimensiones. En definitiva no se puede renovar la moral y las costumbres desligándolas del sistema económico puesto que están recíprocamente entrelazados[14].

 

2.2 Las contradicciones centrales del momento presente

 

El planteamiento mercantilista y economicista está produciendo un cierto tipo de desarrollo en la humanidad pero, con independencia del juicio e interpretaciones que nos merezca ese desarrollo, en términos objetivos está metiendo a la humanidad en algunas contradicciones que no parecen fácil de solucionar. Entre estas contradicciones señalo las que a mi juicio me parecen más significativas en el momento actual:

 

  1. 2.1 Crecimiento de las desigualdades entre pobres y ricos

 

Creo que la afirmación no necesita mucha ilustración de datos. La distancia entre los países ricos y pobres crece constantemente en las últimas décadas; al mismo tiempo dentro de cada país, independientemente que sea pobre o rico, sucede el mismo fenómeno, es decir las clases sociales económicamente pudientes cada vez acumulan más riqueza aumentando la brecha entre pobres y ricos. Pero el plano nacional y el internacional presentan dos escenarios específicos, que aunque interconectados necesitan analizarse por separado.

 

Dentro del plano nacional la diferencia creciente entre pobres y ricos presenta una permanente amenaza a la estabilidad e integración del país; es una bomba de tiempo[15]. Pero el tremendo potencial conflictivo de esta situación no proviene sin más de esta tendencia de enriquecimiento de los ricos y relativo empobrecimiento de los pobres; probablemente, haciendo un análisis histórico llegaríamos a la conclusión que ha sido un característica de muchas sociedades. La contradicción central proviene de que el mercado y los medios de comunicación recuerdan constantemente a las masas empobrecidas todo lo que no tienen y sin lo cual no pueden ser felices; es decir el mercado actúa como espejo donde la gente ve su exclusión generando una tremenda frustración y agresividad social[16]. La movilidad social puede ser para unos pocos una buena vía de encauzamiento de la frustración; pero para la inmensa mayoría sólo queda la exclusión en su dos versiones: acomodaticia o violenta. La delincuencia ha pasado ya a ser la principal preocupación de los chilenos. Lo más probable es que esta preocupación aumente con el tiempo. ¿Dónde estará el límite de esta tensión?

 

En el plano internacional la situación tampoco parece muy sostenible a medio plazo. A los graves problemas del intercambio desigual y de la deuda externa se añade en los últimos años la tendencia de los países ricos a cerrar las fronteras a los movimientos migratorios. Sin embargo la población en estos países económicamente desarrollados está marcada por una evidente tasa de envejecimiento. Los países pobres se mueren de hambre (1.300 millones de hambrientos), pero son pueblos muy jóvenes. todavía con altas tasas de crecimiento. ¿Hasta cuando se podrán mantener las fronteras cerradas?. Por otra parte es ya una realidad el hecho que los grandes capitales traspasan las fronteras nacionales y escapan a la capacidad de control político[17].

 

  1. 2.2 La cesantía como problema estructural[18].

 

En los países desarrollados cada vez hay una visión más clara del problema. Los índices de cesantía son altos y en el futuro no tienden a bajar; o si bajan es porque cambia la calidad del empleo (trabajos no fijos, sin seguro...); no se trata de una situación transitoria sino que pertenece a la lógica misma del sistema. El desarrollo técnico actual posibilita que más de las tres cuartas partes del trabajo que realizan las personas pueda ser reemplazado por máquinas automatizadas. En los países desarrollados el costo fijo más oneroso es el trabajo humano; el mercado exige ser competitivos, para ello hay que obtener buenos productos y a bajo costo; esto sólo es posible reemplazando el trabajo humano por tecnología; para el empresario este reemplazo es una necesidad si desea sobrevivir. En este contexto una de los mayores privilegios es tener un puesto de trabajo fijo; la competencia entre los ciudadanos para lograrlo cada vez es más feroz. El sistema productivo aumenta muy significativamente la capacidad de ofrecer más servicios y a menor costo, pero ¿quien lo va a comprar?; ¿qué va a pasar con el tiempo libre?; ¿será posible una reestructuración del trabajo y mantener el mismo sistema económico?

 

  1. 2.3 El límite ecológico

 

Todos los bienes y servicios que produce la humanidad en última instancia se obtienen de los recursos naturales que tiene la tierra. Estos recursos no son ilimitados ni muchos de ellos renovables. Todos aspiramos a vivir como un norteamericano de Estados Unidos, pero ¿la tierra tiene suficientes recursos como para eso?. El sistema económico ¿no se sostiene acaso en la promoción de un consumismo que no es sustentable?. El mismo sistema no va introducir dentro de él cambios significativos si no lo ve necesario económicamente; por lo demás no parece razonable que la lógica misma del sistema económico pueda entrar de forma gratuita (es decir sin presiones en términos de costo) la variable ecológica.

 

2.2.4 La capacidad técnica del manejo de la vida y la conservación de la dignidad humana

 

Planteo en este apartado los límites éticos del sistema. Como ya hemos anotado anteriormente, la característica central de la sociedad contemporánea es la globalización a través del Mercado; éste se convierte en el factor decisivo que decide lo que se produce, de tal manera que pudiendo técnicamente producir bienes absolutamente necesarios y en cantidad suficiente para la sobrevivencia de muchos hermanos nuestros, se producen cantidades ingentes de armamentos que en el mejor de los casos no sirven para nada humanamente útil. Es una situación éticamente deplorable a la que no somos capaces de ponerle coto. Otro ejemplo preocupante lo podemos encontrar en la Ingeniería biológica; tal vez una de sus empresas más impresionantes sea la descodificación del ADN humano. Esto tiene un mercado extraordinario aunque en muchas situaciones suponga una manipulación de la vida que pone al hombre como medio de otros intereses. Pero si la actividad es rentable y hay muchos concienzudos científicos y dignos empresarios metidos en este proyecto, ¿quien tendrá la autoridad de imponer una racionalidad que no sea de tipo económica?

 

2.2.5 El desarrollo de los fundamentalismos

 

Ya lo hemos comentado anteriormente en la doble perspectiva de las minorías étnicas y de las religiones[19]; de hecho se convierten en una gran amenaza para la paz y la estabilidad mundial. Sin embargo en la lógica actual del desarrollo occidental parece muy dificil que se puedan superar estas tendencias al fundamentalismo. Anoto ahora sin más la capacidad desintegradora que tienen estos fundamentalismos, máxime cuando tienen la posibilidad de utilizar técnicas tremendamente sofisticadas y con gran poder destructivo al servicio de proyecto profundamente inhumanos.

 

2.3 Fenómenos sociales emergentes

 

Me voy a referir en este apartado a dos rasgos del momento actual que me parece que tienen mucha proyección de futuro.

 

2.3.1 Renacimiento de lo religioso

 

A la vista de los datos parece que se trata de un fenómeno que está aconteciendo en toda la humanidad. En las sociedades tradicionalmente religiosas se está produciendo fuertes movimientos de renovación y radicalización. Es notorio dentro del islamismo, pero también en las sociedades de tradición cristiana a través del significativo movimiento pentecostal y carismático; incluso en las sociedades occidentales que se han caracterizado en los últimas décadas por un profundo proceso de secularización acompañado por la descristianización se observan diversas formas de vuelta a lo religioso...

Dentro de este fenómeno característico del momento actual me parece conveniente distinguir diferentes significado. Estos significados que a continuación describo no son alternativos entre sí; más bien aparecen entremezclados en diversas combinaciones:

 

a) Legitimación del sistema económico[20]. Toda institucionalidad social es un gigante con pies de barro. El sistema socio‑económico actual exige fuertes renuncias a las personas; necesita de un esquema para la elaboración de la frustración y social una capacidad para dilatar las gratificaciones. En algún momento de su vida toda persona se pregunta: ¿Vale la pena el esfuerzo que estoy haciendo? ... Es el momento donde se pone a prueba la capacidad de legitimación que tiene el sistema. La autojustificación del sistema pasa por varios momentos de intensidad según lo requieran las circunstancias. El primer peldaño es confrontar a la persona con el sentido común: «Es así como se hacen las cosas». Mayor intensidad en el argumento reviste el remitir al disidente al buen ejemplo de algunas personas y al peso de las costumbres y el costo de saltárselas El tercer peldaño en la justificación es apelar a motivos afectivos: una conducta desviada de lo normal hará sufrir a las personas queridas. Llegado a este punto queda el último eslabón de la legitimación del orden social antes de recurrir a la violencia (la cual lleva en si mismo un principio deslegitimizador); este eslabón consiste en recurrir a la vivencia religiosa argumentando de una u otra manera que este es el orden natural querido por Dios, o también que lo que ocurra en esta vida material no es más que una prueba para ganarse el cielo...

En las sociedades occidentales se ha vivido un fuerte proceso de secularización, en el sentido que la religión ha perdido la capacidad de legitimar las estructuras sociales en su conjunto. Pero se ha producido un doble movimiento que está reintroduciendo la importancia social de la religión. Por una parte se ha producido una privatización de la experiencia religiosa; por otra parte se está dando un proceso de naturalización de las estructuras socio‑económicas[21] . Ahora bien, una vez asumido que esta forma de funcionamiento económico es lo natural, sólo queda adaptarse a sus consecuencias; la religión, reducida al ámbito de lo privado y con fuerte carga emotiva supone socialmente un elemento muy potente que apoya el tremendo esfuerzo que tiene que realizar la gente para seguir trabajando. la religión en estos términos es fuente de control social da un significado subjetivo de muy largo alcance al sacrificio y ayuda a compensar emocionalmente a las personas, dentro de un mundo tremendamente objetivizado por el mercado y la competencia. Dicho de otra manera, la religión puede ser un componente muy importante para el éxito del sistema socio‑económico.

Es en esta perspectiva donde actúan varios de los fundamentalismo cristianos que están teniendo éxito actualmente. Su secreto consiste en dar seguridad a las personas a través de una lectura fundamentalista de la Biblia y unas estrictas reglas morales en el plano de la vida privada.

 

b) Proceso de constitución de identidad y resistencia a la expansión occidental. Independientemente de las intenciones de los creyentes de las diversas religiones, es evidente que en bastantes partes del mundo, la identidad religiosa está sirviendo de medio para resistir se al fuerte impulso expansivo que está teniendo la cultura occidental. Esto es especial mente notorio en el islamismo, pero también es identificable en Asia, África y América con las religiones no cristianas. En este caso el fundamentalismo habría que comprenderlo en una línea de reacción contra la agresiva expansión occidental. La religión no sólo sirve para legitimar el sistema socio‑económico occidental; también sirve para deslegitimizarlo. Por otra parte no deja de ser notorio el fuerte atractivo que están teniendo estas religiones no occidentales, especialmente el Islamismo en Europa principalmente. Hoy día vemos con más claridad que el principal interlocutor del cristianismo se ha ido desplazando de los grandes movimientos nacidos de la modernidad occidental a las grandes religiones del mundo[22].

El gran peligro que se nos presenta en este significado religioso es que el ropaje fundamentalista no nos deje comprender, valorar y disfrutar la inmensa riqueza que hay en otras religiones.

 

c) Apertura a ¡o transcendente e insatisfacción del consumo. Las personas más sensibles dentro de nuestra sociedad, especialmente los jóvenes se sienten profundamente insatisfechos con el horizonte consumista que nos ofrece la sociedad. Esta insatisfacción se traduce en búsquedas, muchas veces con un hondo significado religioso, en la medida que son búsquedas de sentido. Sí la búsqueda se hace con un marcado sabor existencia], desde la experiencia personal, resulta difícil la mediación institucional ya que en muchas ocasiones aparece como poco significativa.

 

2.3.2 La emancipación de la mujer

 

Es un fenómeno que habiendo surgido en este siglo ha producido ya transformaciones culturales muy profundas en la sociedad occidental; así por ejemplo el reconocimiento de la mujer como ciudadano con todos los derechos: acceso de la mujer al mundo laboral; la transformación de los roles dentro de la familia... Ciertamente todavía falta bastante para conseguir una Igualdad real de derechos especialmente en el plano de la inserción laboral, pero es cuestión de tiempo, por lo menos en el ámbito de la sociedad occidental. Sin embargo, aún terminado este proceso con éxito sospecho que no estamos al final de un camino sino en el nacimiento de una nueva etapa. Los cambios culturales y estructurales que están en marcha, aún siendo profundos, todavía no han llevado a un cambio de mentalidad. Se podría afirmar que la organización de la humanidad muestra todavía una mentalidad profundamente machista. La demanda feminista se ha centrado más bien en el reconocimiento de la mujer como sujeto pleno en esta sociedad, pero el proceso puede conllevar una trampa para la introducción de una auténtica mentalidad femenina, de tal manera que las mujeres se conformen con tener éxito dentro del esquema machista de dominación, lo cual significa interiorizar los valores actuales para dejados igual. Pero si la incipiente conciencia feminista consigue profundizar en su identidad, tal vez el futuro nos pueda deparar muchas sorpresas en este campo, entre otras un aprendizaje a mirar y tratar la realidad de forma nueva, con una mentalidad menos instrumental.

 

3. LA IGLESIA ANTE LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA

 

Es evidente que la sociedad es una realidad cambiante que presenta múltiples facetas. La Iglesia está al servicio del mundo desde la perspectiva de reconstrucción del reino de Dios. ¿Cómo se ha ido ubicando la Iglesia lente a estos cambios?. ¿Cómo le han afectado a la Iglesia estos cambios? ¿Qué influencia ha tenido la Iglesia?... Son muchas preguntas y complejas para responderlas en poco tiempo; pero en la medida en que afectan a la comprensión de la identidad del presbítero me parece importante tenerlas en cuenta. Esbozo a continuación algunas ideas relacionadas con estas preguntas a modo de síntesis.

 

3.1           Evolución en los últimos años

 

A lo largo de este siglo me parece que se puede identificar una clara evolución de la Iglesia respecto de la sociedad. En esta evolución podemos distinguir tres momentos:

 

a) Sociedad de cristiandad en declive, caracterizada por un desconcierto y desconfianza con los grandes procesos de la cultura occidental y la búsqueda de nuevas formas de influencia social, específicamente a través de los movimientos especializados en los diferentes sectores de la sociedad.

 

b) El Concilio Vaticano II significa un gran momento de apertura y de diálogo con la cultura y el desarrollo, específicamente de los países económicamente desarrollados. En ese momento la cultura occidental está marcada por el optimismo y por la presencia de grandes metarelatos que dan sentido y futuro al proceso de desarrollo que vive occidente. El C.V. II expresa claramente la voluntad de dialogar francamente con este mundo. La recepción de este movimiento de diálogo y apertura en América Latina tenía que pasar por afrontar el desafío de la pobreza fruto de estructuras injustas.

 

c) A partir de los ochenta ha ido cambiando el escenario. En la Iglesia han ido apareciendo varias voces de alarma en el sentido que la Iglesia no está desarrollando fielmente algunas de las intuiciones del C.V. II. Sin entrar ahora en esta temática, lo cierto es que el interlocutor de la Iglesia, vale decir la sociedad occidental de los países del norte ha cambiado de forma muy evidente y ha impuesto fuertes transformaciones. Por una parte han caído las grandes utopías que daban un horizonte de esperanza y coherencia a la sociedad; estos metarelatos cumplen una función muy importante en la socialización de las nuevas generaciones en la medida que son capaces de movilizar y encauzar sus energía. Desde hace poco más de una década ha ido apareciendo el fantasma del llamado posmodernismo, que fundamentalmente es una puesta en cuestión de la racionalidad occidental, racionalidad que a la sazón estaba en el trasfondo del diálogo del C. V. II. Creo que en términos muy generales en la Iglesia se ha producido una pluralización de posturas. Al mismo tiempo se han abierto nuevos frentes de atención. Especialmente la fuerte expansión que está teniendo el islamismo incluso entre las naciones de larga tradición cristiana. Otro lente ha sido la apertura de los países del Este, la aparición de un nueva frontera misionera y la relaciones complejas con la Iglesia ortodoxa.

 

3.2           La realidad latinoamericana y chilena en particular

 

Miramos ahora un poco más detenidamente el escenario latinoamericano[23]. En este continente de la esperanza. la Iglesia se ha mostrado muy sensible a lo grandes dramas que vive la población y que ciertamente son de carácter bien diferente de la problemática y evolución de los países del norte antes ya señalado. Medellín y Puebla son dos grandes hitos en la recepción del espíritu del C. V. II, y expresan el esfuerzo por encarnarlo en la cultura latinoamericana. En líneas muy generales creo que se pueden identificar dos grandes características que hacen de la sociedad latinoamericana cualitativamente muy diferente de la del norte.

 

a) No es el lugar donde se toman las grandes decisiones, pero sí donde se sufren esas decisiones. Sin entrar ahora en el comentario de las teorías sobre las causas de la pobreza endémica del continente (desarrollo‑subdesarrollo, dependencia...) es evidente que los vaivenes de las políticas norteñas han afectado constantemente al devenir de nuestras sociedades. Partiendo de la política expansiva de la década de los sesenta y setenta, el cambio neoliberal de los ochenta marca las políticas de ajuste y el notable deterioro concomitante de los servicios públicos con el consiguiente empobrecimiento de los pobres; las década de los noventa nos ha traído una recuperación económica en términos macro‑económicos, pero no perceptible en las grandes masas. El enriquecimiento y la ostentación de unos pocos, junto al efecto de los medios de comunicación ya analizado anteriormente genera especialmente en este continente una gran frustración. Pero es evidente que todas estas grandes líneas políticas no se han tomado desde aquí. La Iglesia ha mantenido una constante postura alerta y crítica frente a esta situación aportando reflexiones muy valiosas. Con todo me parece que nos encontramos en un momento donde amenaza la desazón. El sistema imperante se defiende con una reflexión bien simple: “Sí, ustedes son muy buenos haciendo reflexiones críticas, pero ¿que alternativas ofrecen?; ¿son viable históricamente esas alternativas?, ¿donde lo han intentado ha desaparecido la pobreza?...”

 

b) Una segunda característica diferenciadora es la matriz religiosa de la cultura latinoamericana; si bien hay un proceso de secularización en las grandes urbes y sobre todo en el grupo de élite más en relación con los países del norte, sin embargo la experiencia religiosa forma parte del inconsciente colectivo y da forma a muchas expresiones sociales. En este sentido difícilmente se puede hablar de cultura moderna o pos‑moderna en sentido europeo. Percibo que la Iglesia ha sabido conectar muy bien con este alma popular y por ello se encuentra muy enraizada en el corazón latinoamericano[24].

Chile, participando de estos rasgos latinoamericanos presenta algunas peculiaridades que brevemente comento. El período de la dictadura ha marcado fuertemente la realidad contemporánea. La Iglesia ha tenido un rol muy importante de defensa de las dignidad humana en medio de esa experiencia colectivamente traumática. El período de la transición democrática marca una nueva etapa; sin superar plenamente los traumas del pasado se trata de mirar a un futuro que se promete esperanzador en términos económicos; esto está trayendo también profundos cambios en el tejido social del pueblo chileno, No da la sensación que la sociedad chilena camine en un proceso de secularización; más bien los indicadores señalan lo contrario; pero el rol institucional de la Iglesia se ha debilitado; con todo sigue siendo la institución social que goza de mayor prestigio, sin embargo se tiende a construir la vida privada al margen de las orientaciones eclesiales[25].

 

  1. DESAFÍOS AL FUTURO PASTOR

 

Como ya hemos señalado anteriormente en líneas generales los desafíos que presenta la sociedad contemporánea al presbítero coinciden con los que ¡e presenta a la Iglesia, puesto que su identidad se define en el seno de una Iglesia que por naturaleza es presencia en el mundo.

A mi entender, esta sociedad que hemos descrito presenta a la Iglesia, y por tanto también al presbítero un desafío comunitario. Efectivamente, como ya hemos descrito el mundo tiende a convertirse en un gran mercado potenciado por la técnica y por los medio de comunicación donde las personas valen en la medida en que tengan capacidad de reflejar sus necesidades. El hombre queda amenazado en lo más radical de su ser: la identidad, el sentido... El proyecto de Jesús es una buena noticia de liberación, donde las personas no valen por lo que tienen (capacidad de compra), ni por la imagen que venden, sino por lo que son; la comunidad de Jesús es el lugar donde las personas son amadas por ser hijos de Dios, donde cada uno es reconocido y potenciado en su peculiaridad. En este ámbito frente al proyecto del consumir compulsivo que lleva al individualismo y la competencia, la propuesta de Jesús promueve el proyecto del compartir que lleva al encuentro y la solidaridad; frente a la búsqueda del poder, el evangelio pone el máximo interés en el servir como fuente de dignidad y prestigio.

Este tipo de grupo que asume los valores del evangelio es extraño dentro de la cultura contemporánea, es contracultural. La pretensión de ser signo del reino de Dios y motor de cambio hacia esos valores representa un desafío de enormes proporciones cuando pensamos en la globalidad de los procesos que están en marcha. Pero este desafío no se le presenta de forma específica al presbítero o más en general a los consagrados. Todos los seguidores de Jesús están llamados a asumir este compromiso.

 

Existe toda una tradición y una inercia histórica muy potente que ubica al presbítero (y más en general al consagrado) frente al laico como modelo de cristiano, animador, separado... Esta mentalidad le asigna al presbítero una tarea cada vez más imposible de cumplir: ser ‘motor’ de los laicos en un mundo de ingentes desafíos[26]... En este planteamiento se podrán dar testimonios personales, por cierto muy valiosos, pero difícilmente se va a enfrentar el desafío central de la sociedad contemporánea, vale decir ser signos de una relaciones alternativas como camino de plena humanización. Este desafío plantea el horizonte comunitario de la Iglesia. La vivencia y la construcción de una Iglesia que sea significativamente comunitaria y misionera en el mundo me parece el gran desafío del futuro presbítero. Una Iglesia en la que todos sus miembros sean conscientes de su pertenencia y de su corresponsabilidad en la construcción de esas relaciones fraternas al mismo tiempo que se asume desde una misma identidad el compromiso de transformación del mundo. En una cultura que se van desvalorizando las palabras adquiere una gran fuerza los testimonios.

 

Lógicamente esto no implica una indiferenciación de funciones y responsabilidades dentro de la Iglesia; ésta siempre se ha articulado como un todo orgánico, pero las diferencias de funciones y ministerios no hacen diferencia de dignidades y todo ello está al servicio de la construcción del reino de Dios. En esta linea me parece importante superar la oposición clérigo‑laico e ir avanzando hacia una Iglesia que sea diakonía y koinonía en el mundo.

 

4.1           Ser diakonía

 

Ser diakonía en el mundo significa autocomprenderse como servicio, desde las necesidades de los hombres. Esto implica el ejercicio de la profecía Este ejercicio profético conlleva tres movimientos a ser realizados simultáneamente:

 

a) Encarnación o inserción dentro de la sociedad. Es lo contrario que ubicarse al margen o convertirse en ghetto. En términos futbolísticos se trata de aceptar de buen grado el “jugar de visita”. En la sociedad occidental principalmente, la Iglesia lleva muchos siglos jugando de local y así le parece muy normal que la gente asista a su llamada, que los poderes le hagan caso. “Jugar de visita” es salir al encuentro de lo ‘extraño’; es decir de lo que está fuera, de lo que resulta lejano, e incluso amenazante. Este es el caso precisamente de la sociedad contemporánea que se presenta con una novedad y con unos rasgos emergentes que pueden resultar altamente provocativos, “Jugar de visita” implica aceptar que el terreno no es conocido, y por ello no se tienen todas las respuestas a mano. Es además aceptar la controversia en medio de un público que puede resultar adverso.

La comunidad de creyentes, ante el desafío de esta ‘sociedad extraña’ puede estar tentada de reaccionar instintivamente, bien rechazando o bien ignorando; por el contrario el desafío es entrañar; si no amamos al hombre y a la mujer de hoy, dentro de su cultura, con sus penas y alegrías, frustraciones y esperanzas no vamos a poderlo servir. La voluntad de entrañar implica un movimiento de cercanía y de encarnación: Ser expertos en humanidad.

 

b) Denuncia: El entrañamiento, la identificación no puede conllevar un acomodamiento acrítico con la sociedad. Por el contrario, el ejercicio de entrañamiento implica el deseo profundo de que el ser amado llegue a la plenitud y el sentimiento de dolor por todas aquellas condiciones que impiden ese desarrollo pleno. Esto implica la denuncia de toda estructura alienante, de todo factor que impide la verdadera humanización del hombre; siendo signo del reino de Dios se trata de denunciar todo aquello que impide su desarrollo. Lógicamente esto íe coloca a la Iglesia en situaciones comprometidas de tensión e incluso conflicto.

 

c) Liberación: En un tiempo de falta de horizontes de sentido, la Iglesia tiene un gran ‘meta‑relato’ que ofrecer: La propuesta del reino, la mentalidad de las bienaventuranzas como horizonte de felicidad y plenitud humana. Pero se trata de hacer signos creíbles y provocativos de lo que creemos y da sentido a nuestra vida. Para ello hemos de poner todos los medios que tenernos al servicio de la promoción del hombre. Iglesia misericordiosa y samaritana: Recorriendo los caminos de los hombres, capaz de conmoverse con las heridas y sufrimientos de las personas que viven en este momento histórico. Capacidad para poner todo al servicio del hombre y de sus necesidades siendo capaces de adecuar los medios en función de la misión.

 

4.2           Ser koinonía

 Implica la realización de unas relaciones que signifiquen que todos los hombres somos hermanos, hijos del mismo Padre. Que todos íos hombres estamos llamados a la misma vida de plenitud. Es decir a través de las relaciones que se instauran en la Iglesia, estamos llamados a ser signo del reino de Dios, aceptando y acogiendo a cada hombre como hermano porque es hijo del mismo Padre. Esto conlleva una gran capacidad de concreción y creatividad en las formas de vivir esta fraternidad al mismo tiempo que una gran apertura a la transcendencia no reduciendo las relaciones a un mero proyecto humano.

 El presbítero tiene un ministerio específico dentro de este contexto; ministerio que implica un servicio propio a la profecía y a la fraternidad. La dimensión profética del ministerio presbiteral le lleva a un celo por cuidar la fidelidad a la palabra de Dios y a su proclamación. En la construcción de la fraternidad, su ministerio nos recuerda que la fraternidad es antes que nada un don, convocatoria de Dios que expresa su más genuina identidad en la celebración de la eucarísfica.

 Este servicio realizado en el contexto de la sociedad contemporánea se desarrolla en medio de unas tensiones y tentaciones que al mismo tiempo marcan algunos desafíos para el ejercicio del ministerio presbíteral. Entre ellos anoto los siguientes:

 a) Servicio versus poder. Ningún ministerio en la Iglesia está concebido como ejercicio de poder ni como camino de autorealización sino como forma de servicio que tiene su verifícación en la construcción de las relaciones fraternas y en la acción de poner los medios necesarios para que los otros puedan realizarse. El ministerio ordenado concebido de forma individualista está muy tentado de la autorealización a través del ejercicio del poder.

 Este poder tiene proyecciones diferentes en los distintos estratos sociales. En los grupos sociales más pudientes, centrados en los logros económicos, y necesitados de legitimaciones y de sentido que llene el vacío del consumismo siempre estarßn interesados en tener un aliado en el “hombre sagrado” incluso dándole boato, renombre y posibilidades de hacer muchas cosas buenas. En las clases más populares se ejerce otro tipo de ‘poder’, que está más relacionado con la imagen. Las personas diel pueblo llano, con muy buena voluntad suelen profesar un gran respeto por el presbítero, que lo expresan con palabras y con gestos muy significativos. Especialmente es una figura reclamada en los momentos claves de la vida y esto tiene también sus recompensas. Creo que esta situación implica un cultivo muy grande de la humildad para que la persona no se adueñe de una dignidad que no es suya sino don del Señor a la Iglesia para la construcción de su reino. La sociedad actual está precisamente muy interesada en el cultivo de las imágenes y en su utilización funcional.

 El ejercicio de este ‘poder’ puede conllevar el peligro de ser secuestrado por intereses ajenos al evangelio, acomodándose a las circunstancias y perdiendo la capacidad de profecía inherente al testimonio creyente.

 Entre otras cosas esto implica discernir el significado de las diferentes demandas religiosas. En la cultura que vivimos se presentan muchas demandas ‘religiosas’ dirigidas directamente al presbítero. No se trata de rechazarlas todas para evitar la utilización y la ambigüedad. Pero si se trata de ser conscientes del significado social y de las posibles legítimaciones que se establecen a través de esos “servicios religiosos”.

 b) Aislamiento versus integración: El desafío de la soledad. A mi entender la experiencia de la soledad no viene fundamentalmente por la falta de pareja, de familia carnal con la que compartir la existencia. Un estilo de vida individualista que pretenda asumir de forma profética su inserción en el mundo va a tener muy pronto la experiencia de aislamiento; al mismo tiempo, teniendo en cuenta que por principio el presbítero no es ni un 'super‑cristiano' ni un ‘superhombre’, la complejidad de los desafíos que va presentando la sociedad contemporßnea así como sus rápidos cambios le pueden llevar con facilidad a posturas voluntarista, tratando de dar respuesta a todo; siguiendo por este camino con facilidad se llega a la neurosis. Desde esta perspectiva el desafio es la inserción del presbítero en una trama comunitaria, donde puede compartir abiertamente con otros creyentes comprometidos con el seguimiento de Jesús y empeñados en la transformación del mundo; en este ámbito comunitario se posibilitan unas relaciones de igualdad y de recíproca exigencia. Esto supone la existencia de creyentes, adultos en su fe y comprometidos en la Iglesia y en el mundo. En este sentido el presbítero tiene que estar muy interesado en la formación de todos los miembros de la comunidad, no sólo para cumplir mejor las diferentes funciones, sino para compartir la reflexión como comunidad. Por ello me parece una apuesta fundamental el estudio de la teología por parte de los hombres y mujeres de nuestras comunidades cristianas.

c) Activismo (inmediatismo) versus compromiso a largo plazo (esperanza). El presbítero es un hombre reclamado por muchos grupos y por muchas tareas, con frecuencia las jornadas suelen resultar bastante extenuantes. El desarrollo del mundo contemporáneo parece que tiende a incrementar las tareas por encima de las relaciones. Por otra parte la necesidad de hacer cosas coincide con la forma de autorealización en una cierta etapa de la vida; en la actividad uno se siente importante. valioso... Pero la actividad es insuficiente para llenar la vida de sentido. El desafío está en la calidad de las relaciones, en primer lugar con el Señor de la vida, y con las personas... un hombre revestido socialmente del “halo sagrado”, cansado en el activismo, sin relaciones profundas, con mucha facilidad va a caer en la lógica del sistema imperante... va a encontrar dificultades para ser un signo de esperanza y de cambio que ayude a mirar más allá de lo inmediato.

 d) Identidad y diálogo inter‑religioso. Como ya hemos desarrollado anteriormente, la religión, lejos de desaparecer del escenario social está cobrando nuevo vuelo en los últimos años. Sin embargo esta sensibilidad religiosa aparece con nuevas formas y con una evidente dificultad para comprender y asumir la dimensión instítucional, principalmente de las grandes iglesias, Junto con el necesario ejercicio de discernimiento del significado que tienen los diferentes movimientos religiosos, el diálogo con las distintas religiones aparece como uno de los grandes desafíos de la hora presente. Especialmente importante aparece en nuestra región del sur de Chile el diálogo respetuoso y claro con los protestantes y particularmente con el movimiento evangélico pentecostal. Por otra parte nos encontramos con una renovada emergencia de la religión mapuche, sobre todo entre algunos grupos jóvenes de esa etnia. Evidentemente son dos planos diferentes del diálogo inter‑religioso, pero ambos necesarios de cultivar[27].

 Deseo terminar este artículo retornando una idea expuesta al inicio; la historia no es esencialmente una amenaza para la misión de la Iglesia en su conjunto, y dentro del tema que estamos tratando, para la realización del ministerio presbiteral; antes al contrario es oportunidad y posibilidad de sacar a la luz aspectos y concreciones de la ‘Historia de la Salvación’ que permanecen ocultos. Si por una parte queda claro que el ministerio presbiteral es esencial a la realización histórica de la Iglesia, esta esencialidad no hay que confundirla con los modos históricos concretos como ha aparecido en las diferentes épocas. Ante el horizonte inmediato de los cambios globales que están aconteciendo en la sociedad surge la tentación, muy humana, de refugiarse en un pasado identificado con unas tradiciones que no son necesariamente fieles a la Tradición, aunque ofrezcan la sensación de mayor seguridad.

 La forma como se entiende y se realiza el ministerio presbíteral expresa de forma muy significativa el estilo de Iglesia a vivir y la forma de comprender su presencia en el mundo. Al mismo tiempo, la manera como entiende la Iglesia su relación con el mundo afecta directamente a la comprensión del ministerio presbíteral. Dentro de la inseguridad que trae los tiempos de cambio, tantas veces unida a ansiedades y conflictos, tal vez se pueda comprender el tiempo presente como una gran oportunidad para el desarrollo de una Iglesia comunitaria y profética.

 

 * Art. publicado en Teológicas. Instituto de Estudios Teológicos de la Universidad Católica de Temuco (Chile) vol 2 (1998) 83-101.

 

[1].- Este artículo está basada en una conferencia que ofrecí a finales del año pasado a los seminaristas de las diócesis del sur de Chile.

[2].- Parece que el momento álgido de este debate se ha producido a finales de la década de los setenta y a lo largo delos ochenta Un exponente paradigmático de este debate es el artículo de Duquoc ‘Théologie de l'Eglise et crise du ministère’ en Études 350 (1979) 101-113, las réplicas que tuvo y que están recogidas en la revista Selecciones de Teología 75 (1980) 239-242. Por su parte Kasper afirma que “en el tema ser y misión del sacerdote convergen casi todos los problemas de Íos dos últimos decenios: la a enorme transformación sociocultural, la nueva mentalidad bíblico-teológica y de la historia de los dogmas, la nueva concepción conciliar de la iglesia en el mundo actual y la renovación del sacerdocio común de todos los bautizados, la reciente polémica entre una cristología desde arriba o desde abajo, la primacía de la pregunta sobre la existencia de Dios. Todas e~ discusiones han ido acompañadas de crisis”, KASPER, W., “Ser y misión del sacerdote” en Selecciones de Teología 75 (1980) 243.

[3].- Esta diversidad parte desde el mismo inicio de la Iglesia, ya en las comunidades que están a la base de los escritos neotestamentarios, en las cuales hay diferentes realizaciones de los ministerios eclesiales. Cfr. BROWN. R., Las Iglesias que los apóstoles nos dejaron Bilbao, DDB, 1988; GONZALEZ FAUS. J. I. Hombres de la comunidad Apuntes sobre el ministerio eclesial Santander. Sal Terrae 1989, pp. 29-88

[4].- El concepto de "sacramento "utilizado para expresar la realidad eclesial representa una novedad de los textos conciliares según aparece en L.G. 1. 8. 9. 48: SC 2: AG 1. 5: GS 42. 45. En opinión de algunos autores esta categoría sacramental es la más adecuada para expresar la esencia de la Iglesia: SMULDERS, “La Iglesia corno sacramento de salvación en BARAUNA, G., La Iglesia del Vaticano II. Estudios en torno a la Constitución conciliar sobre la Iglesia, Barcelona. Juan Flors 1975, 378 ; ESTRADA, J.A., Del misterio de la Iglesia al Pueblo de Dios. Sobre las ambigüedades de una eclesiología mistérica. Salamanca , Sígueme, 1988, 78; SCHNEIDER, TH., Signos de la cercanía de Dios, Salamanca, Sígueme 1982, 38-43

[5].- Una visión sintética puede consultarse en GONZÁLEZ FAUS, J. I., Hombres de la comunidad... o. c. pp. 90-138

[6].- Cfr. LEGRAND. H., “La Iglesia local” en LAURET, B. - REFOULÉ. F, Iniciación a la Práctica de la Teología, Madrid, Cristiandad. 1965,175-180

[7].- Sobre este apartado aparecen artículos muy sugerentes en la revista Sal Terrae Nº 1003 del año 1997; especialmente para este párrafo es interesante el articulo de MARDONES, J. M. “Neoliberalismo y cultura. El ‘espíritu de Davos’ y sus consecuencias” en Sal Terrae 1003 (1997) 581-573. Una mirada sintética sobre este proceso se puede encontrar en CHONCHOL, J., “Reflexiones sobre el mundo global en gestación” en Reflexión y Liberación 34 (1997) 5-23.

[8].- Algunas precisiones interesantes sobre el concepto mercado en SEBASTIÁN, LUIS DE, “El mercado, funciones y disfunciones” en Sal Terrae 1003 (1997) 531-543.

[9].- Cfr. ESPINOZA, J. G., “Universidad y Sociedad: Los caminos de la cooperación”, en Reflexión y Liberación 35 (1998) 29-30.

[10].- SEBASTIÁN, L. DE, op, cit, 543.

[11].- Una amplia presentación del estado de la cuestión con abundante bibliografía podemos encontrar en MARDONES, J.M. “Capitalismo y Religión. La religión política neoconservadora”, Santander, Sal Terrae 1991; Id, Postmodernidad y neoconservadurismo. Reflexiones sobre la fe y la cultura. Estella. Verbo Divino, 1991. pp. 15-65.

[12].- Este análisis se puede encontrar en autores como D. Bell Las contradicciones culturales del capitalismo. Madrid. Alianza, 1977; y P. L. Berger, La revolución capitalista, Barcelona Edicions 92, 1989.

[13].- Cfr. MARDONES, J. M., Postmodernidad y neoconservadurismo... op. cit. pp. 24-26.

[14].- Uno de los autores que más ha trabajado esta línea de pensamiento ha sido J. Habermas.

[15].- En Chile, según la encuestas CASEN de los últimos años, las 100 personas más ricas del país disponen de una riqueza superior a todo el Gasto Social del sector público (dato comentado en ESPINOZA, 1998, 33).

[16].- Probablemente este marco que aquí expresamos puede ser iluminador para comprender la violencia de tipo no ideológica que está apareciendo en algunas manifestaciones públicas; así por ejemplo, los acontecimientos del 11 de septiembre con motivo del veinticinco aniversario del golpe militar.

[17].- En este sentido es muy significativo que 358 personas tengan un ingreso equivalente al de 2.300 millones de personas.

[18].- Una visión actualizada del problema del trabajo y la cesantía puede consultarse en ANISI, D., Creadores de escasez, Madrid, Alianza. 1995; id., ‘La reducción de la jornada de trabajo’ en Iglesia Viva 193(1996) 79-93.

[19].- Un comentario sugerente y sintético sobre el fundamentalismo cristiano, sus orígenes desarrollo y consecuencias puede verse en BENTUÉ. A., “El Fundamentalismo o Pureza Peligrosa” en Mercurio 13/09/98, E8.E9.

[20].- Este apartado está inspirado en BERGER, P, ‑ LUCKMANN, TH., La construcción social de la realidad Buenos Aires Amorrortu, 1968, pp. 120‑183; BERGER, P., Para una Teoría Sociológica de la Religión, Barcelona, Kairós, 1971, pp. 51‑82.

[21].- En este sentido es muy significativo la postura de M. Novak; por ejemplo NOVAK M. ‑ SIMON M. Hacia el futuro. El pensamiento social católico y la economía de EEUU. Una carta laica Buenos Aires, Rey, 1988.

[22].- Este aspecto ya fue instituido por el gran teólogo protestante W. Pannenberg quien hace más de veinte años afirmó que el único reto serio que debería asumir en el futuro el cristianismo no era ni el marxismo ni la sociedad secular sino las restantes religiones (cfr. FRAIJÓ, K, “W. Pannenberg: ¿Quién teme a la razón?, Cristianismo y argumentación” en Sal Terrae 1003 (1997) 594.

[23].- Una visión más pormenorizada se puede consultar en COMBLIN J., “La Iglesia latinoamericana desde Puebla a Santo Domingo” en COMBLIN, J. ‑GONZALEZFAUS, J. I. ‑SOBRINO J., Cambio social y pensamiento cristiano en América latina, Madrid, Trotta 1993, 29‑58.

[24].- Cfr. PARKER, CR., Otra lógica en América Latina. Religión popular y modernización capitalista, Santiago de Chile, F.C.E., 1993: un estudio más localizado pero que expresa la misma idea, en un tan tradicionalmente como la universidad puede verse en URIARTE L ‑ HARCHA, L.‑ MONCADA, J., "El universitario temuquense y la Iglesia" en Persona y Sociedad 8(1994) pp. 134-166.

[25].- Cfr., URIARTE L. ‑ HARCHA. L‑ MONCADA, J., op.cit. pp. 145‑148.

[26].- Cfr. LEGRAND, H.., op. cit., pp, 181‑185. 200‑222.

[27].- Con los datos que contamos hoy día no parece que el fenómeno de las sectas tengan de momento gran penetración en esta sociedad sureña; esto no quiere decir que no estén presentes, pero su significado social tiene más que ver con la prensa y lo sensacionalista que con la realdad socio-religiosa.

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